martes, septiembre 23, 2008

Lo que hace Segovia en mi cabeza

Cuenta una leyenda que el acueducto de Segovia no es de origen romano, sino producto del Demonio. Una criada que servía en una casa de un rico lugareño, cuya casa miraba desde lo alto a la plaza de Azoguejo, tenía como misión trasladar cada día el agua fresca del río para uso y disfrute del señor. La faena era tremendamente penosa, tanto por la distancia como por las cuestas que había hasta llegar a la casa. Así iba desgastando su energía la muchacha día a día, sabiendo que al día siguiente le esperaba el mismo calvario. Como necesitaba el dinero, no podía abandonar el trabajo. Un día, se derrumbó de auténtico cansancio y desesperación antes de llegar a la casa. Tanto fue su desespero, que aun siendo una buena muchacha, entre lagrimas invocó al diablo ofreciéndole su alma con tal de no tener que ejercer nunca más faena tan penosa. El diablo raudo y veloz, como si hubiera leído su pensamiento se presentó ante la joven para aceptar el trato. La joven lanzó su propuesta y le dijo: “Si eres capaz de hacer algo para traer el agua del río justo a la casa de mi señor y librarme de esta agonía antes de que salga el sol y cante el gallo, te entregaré mi alma para siempre”. El diablo aceptó el trato pero hizo firmar a la muchacha un pacto de sangre allí mismo. Contento por poder contar con un alma más, se esfumó antes de que la joven se diera ni cuenta. La muchacha se arrepintió enseguida de lo que había hecho, pero se tranquilizó pensando que seria imposible que el diablo cumpliera su promesa en una sola noche, así que terminó como pudo su jornada y se fue a su casa a descansar, aunque no pudo conciliar el sueño. Cuando cayó la noche, una gran tormenta asoló la ciudad. Solo la muchacha sabia que no era un simple tormenta, si no el mismo diablo cumpliendo lo que ella le había pedido. Se asomó a la ventana y pudo contemplar como miles de diablos estaban trabajando en la construcción del acueducto. La muchacha entonces se dio cuenta de que estaba perdida y rezó y rogó pero nadie le contestó. La obra siguió durante toda la noche hasta que solo quedaba una piedra por poner. El diablo agradeció a todos sus maléficos ayudantes su colaboración y entre bailes y risotadas se encaminó hacia el último hueco que quedaba sin prisa, sabiéndose ganador. De pronto, sonó un gallo y el diablo paró en seco desconcertado. Un rayo de luz se anticipó a la noche y el diablo no había colocado la última piedra... Indignado, se fué, dejando atrás la grandiosa obra casi terminada y el alma de la muchacha libre. La joven arrepentida corrió hacia la iglesia para confesar al sacerdote lo que había ocurrido y éste, convencido de que había sido un milagro que la muchacha escapara de las garras del diablo, ordenó colocar una imágen de la Virgen y de San Esteban en el hueco de la piedra.

lunes, septiembre 08, 2008

De Vuelta

Creo que un cocodrilo me ha robado las lágrimas, porque no las encuentro por ninguna parte. He tenido que utilizar las de verdad y todos sabemos que una vez abiertas es casi imposible detenerlas.
Esta vez el consuelo del tiempo me lo voy a comer con patatas. Lo quiero ya, a mi lado, borrando de mi mente el tiempo perdido, un tiempo que no voy a perdonar y que me jode con toda el alma porque llegó a rozarla con las yemas de los dedos.