Cansada de la ininterrumpida lluvia, noche tras noche en vela. Cierro el grifo de la cocina, pero el goteo incesante me hace dar vueltas en la cama.
Tus ojos negros permanecen fijos en mi espalda, pero siempre te quedas detrás de tu guitarra ahuyentando lo que deseas. Escucho tus latidos cuando te doy los buenos días y simplemente me miras, tan profundamente que chocas de bruces con mi alma.
Tic tac, faltan dos días para que nuestros cuerpos se crucen por última vez y aún no he conseguido arrancar ni una palabra de esos labios sellados por el miedo. Esta vez me quedare yo observándote.